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El Solidus de Justiniano II, la moneda un retrato de Jesús

Para algunos la imagen impronta en la Sábana Santa es la primera representación de Jesús, sin embargo ese rostro se ha reproducido en infinidad de formatos: mosaicos, lienzos, esculturas e incluso monedas. 

La primera representación numismática conocida es el llamado “Solidus de Justiniano II”, que puede verse en la exposición The Mystery Man. 

El solidus era la moneda de oro en curso desde el siglo VI en adelante. Ante el descubrimiento del Mandylion de Edesa, en el año 680 el emperador Justiniano II ordena acuñar una moneda de oro con la imagen de Jesús junto a la suya. 

Por eso el Solidus de Justiniano es la primera imagen de Jesús en una moneda. 

La moneda tiene 9 milímetros de diámetro y en ella se representan detalles muy concretos que hoy solo podemos apreciar con microscopio.

De hecho, en los años 90 el estudioso Alan Whanger, profesor emérito del Duke University Medical Center encontró 145 puntos de concordancia entre entre el Solidus de Justiniano II y el rostro de la Sábana Santa.

Una de las conclusiones más sorprendentes de Whanger es que el tallador estaba produciendo un icono numismático mientras miraba directamente a una imagen. Para los expertos numismáticos no hay duda alguna, la acuñación de esta moneda en el año 685 es la prueba oficial de que la sábana ya existía en el siglo VII.

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Las investigaciones de Pierre Barbet sobre la crucifixión de Jesús

Los clavos que se utilizaron en la crucifixión de Jesús son conocidos como los Santos Clavos. Su número ha sido muy debatido ya que en numerosas ocasiones se representa a Jesús crucificado con dos, tres o cuatro clavos, en las muñecas o las manos dependiendo de la iconografía. 

Las investigaciones realizadas a la Sábana Santa revelaron que las heridas de los clavos se encontraban en las muñecas y no en las manos. Algo que puede observarse con detenimiento en la exposición The Mystery Man, sobre el hombre de la Sábana Santa. 

En una de las salas de la muestra se dedica a la Pierre Barbet, médico francés autor de numerosas investigaciones sobre la Sábana Santa, realizó pruebas en cadáveres en las que descubrió que la única forma de crucificar un cuerpo era atravesando con los clavos el hueso radio, es decir, a la altura de la muñeca. 

Barbet realizó pruebas con cadáveres en los que les introducía los clavos en las manos, pero el peso del cuerpo desgarraba la carne en segundos, a pesar de que éste era el modo en el que siempre se había representado a Cristo en la cruz. 

De esta manera, el clavo debía introducirse en un hueco existente entre los huesos del carpo, donde la estructura del conjunto metacarpiano de la mano podía soportar hasta un peso de 200 kg.

Sin embargo, sus descubrimientos fueron mucho más allá porque según las comprobaciones que hizo con brazos denominados vivos, es decir, minutos después de ser amputados, observó que cuando se introducía un clavo, se aplastaba el nervio mediano. 

Esto produciría un dolor incomprensible en un ser humano, provocando distintos tipos de

parálisis, entre ellas la retracción involuntaria de los pulgares hacia la palma de la mano, tal y como aparece en la Sábana.

El negativo permitía ver la imagen del cuerpo mucho más clara. Sin embargo había quienes

decían que se trataba de una imagen falsa porque la herida de los clavos estaba en las

muñecas y no en las manos; y porque las manos tenían sólo cuatro dedos, como siempre ha sido representado Cristo Crucificado.

En las numerosísimas representaciones de la pasión de Jesús a través de la Historia del Arte, ésta casi siempre se ha realizado de manera anatómicamente incorrecta porque situaba los clavos en las palmas de las manos. 

Tan sólo los artistas Rubens y Van Dyck lo hicieron en sus pinturas correctamente. Aunque ninguno de ellos incluye la retracción del pulgar, mientras que en la Síndone sí se representa así. 

De hecho, las teorías de Pierre Barbet subrayan que la imágen de la Síndone es anatómicamente correcta porque sus características patológicas y fisiológicas eran claras y revelaban unos conocimientos médicos ignorados hace 150 años.

Según la tradición, los cuatro clavos se encuentran en la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén en Roma; en la Corona de Hierro en Monza (Italia), suspendido sobre el altar mayor de la Catedral de Milán (Italia) y el último, de tradición más dudosa, en la catedral de Colle di Val d’Elsa en Siena (Italia). 

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El sepulcro de Jesús, según el enterramiento judío

La exposición The Mystery Man cuenta con una recreación del Santo Sepulcro que sigue de manera precisa las medidas facilitadas por el experto Florentino Díaz. En su interior puede verse un un holograma que representa a José de Arimatea realizando el posible enterramiento de Jesús y sepultura. 

La tradición judía indicaba el modo en el que se debía enterrar a los difuntos, ya fueran ricos o pobres, porque todos eran iguales frente a Dios. Ésto era con una sábana blanca hecha a mano de muselina, algodón o lino, que simbolizaba la pureza. Ésta sábana no debía llevar bolsillos, ya que no se podía enterrar ninguna posesión con el difunto. 

Generalmente, los sepulcros en los que se realizaban los entierros en el siglo I estaban excavados sobre rocas y tenían dos estancias o cavidades. La primera se destinaba a la limpieza,  aromatización y unción del cuerpo con especies aromáticas. 

Posteriormente el cuerpo se pasaba a la segunda estancia en la que permanecía hasta ser purificado. Una piedra grande y generalmente redonda para su fácil manipulación tapaba la entrada impidiendo el paso de animales.

Del sepulcro de Jesús no queda nada. Jerusalén fue destruida por el emperador romano

Tito en el año 70 d.C y no quedó piedra sobre piedra, como predijo Jesús.

La tradición atribuye a Santa Elena, madre del emperador Constantino, la localización del lugar del calvario, así como del santo sepulcro. Actualmente se encuentran dentro de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, que fue construída precisamente por orden del emperador Constantino. 

La Biblia dice que José de Arimatea, un rico mercader seguidor de Jesús, pidió a Pilatos poder llevarse el cuerpo para enterrarlo en el sepulcro que tenía reservado para su familia. 

Según se precisa, se trataba de un sepulcro nuevo que aún no había sido utilizado. Allí

enterraron a Jesús según es costumbre entre los judíos.

Se debe también al emperador Constantino la reunión de todos los escritos cristianos. En el año 325 d.C.,habiendo recogido todos los textos cristianos presentes creó el Codex Sinaiticus, es decir, la primera Biblia escrita en griego antiguo. 

Desde entonces, ésta fue traducida y difundida por el mundo. Sin embargo esa traducción ha hecho que diversas palabras o episodios hayan sido modificados por los traductores, según la adaptación al idioma. Por eso hay traducciones de la Biblia que cuando hablan del descubrimiento del sepulcro vacío por María Magdalena, sólo hablan de unas vendas, nunca de una sábana, incluso hay otras que ni mencionan el hecho.

Sin embargo, esta primera Biblia, Códex Sinaiticus, en el Evangelio de Juan capitulo 20

Versículo 3 al 7 dice:

[3] Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.

[5] Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró.

[6] Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los

lienzos (ta othonia keimena) yacentes en el suelo

[7] y el Sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte.

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 ¿Por qué se produjo la llaga del costado?

El análisis forense de la Sábana Santa revela numerosas heridas que sufrió el hombre al que cubrió. Una de las más destacadas es la que se encuentra la del costado derecho, que fue realizada post mortem y está situada entre la quinta y la sexta costilla. 

Se sabe que fue producida por un objeto punzante, con un diámetro que habría ocasionado un orificio de entrada de 4,5 cm por 1 cm de grosor compatible con algún tipo de cuchillo o lanza.

Al clavar el arma punzante llegó hasta el pulmón atravesado el cuerpo y debió liberar sangre mezclada con líquido seroso aguado debido al edema pulmonar provocado por la flagelación y la muerte por asfixia que habría encharcado los pulmones. Al liberarse el líquido seroso salió mezclado con sangre cayendo por el costado. Tras ser colocado acostado, la sangre y líquido seroso circularon por la espalda. Los bordes de la herida permanecen abiertos, no existe retractilidad en la piel, no hay vida.

El mismo tipo de mancha, se aprecia en la parte central del sudario de Oviedo.

Es sorprendente las enormes similitudes del hombre de la Sábana Santa con el relato de la Pasión que se narra en los Evangelios, que precisa que los soldados quebraron las piernas a los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, “pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua” y también que “esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrantarán ni un hueso. Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron”.

Según la costumbre romana a los crucificados se les practicaba el llamado “crurifragium”: un violento golpe de maza con el que se les quebraban las piernas para acelerarles la muerte. A Jesús no fue necesario que se le realizara porque ya había fallecido, por eso según el mandato del procurador romano Poncio Pilatos tan sólo se le dio un golpe de lanza, también llamado “exactus mortis”. 

El relato del Evangelio no precisa en qué costado se hizo la herida de lanza, pero se sabe que los romanos eran entrenados para utilizar la lanza con el brazo izquierdo y así herir a sus adversarios por el costado derecho, donde tenían un acceso sencillo al corazón. 

En la exposición The Mystery Man se pueden observar varias puntas de lanza, también llamadas ‘pilun’, una de ellas compatible con las dimensiones de la herida del costado que se le realizó a Jesús. 

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La llaga del costado del hombre de la Sábana Santa

Después de esto, 

José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocultamente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. 

Vino, pues, y retiró su cuerpo. Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. 

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos. 

En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido sepultado nadie. 

Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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La investigación del STURP, unas revelaciones sorprendentes

Los intentos por descubrir si la Sábana Santa verdaderamente cubrió el cuerpo de Jesús se han sucedido a lo largo de los siglos. Y es una incógnita que permanece todavía hoy. 

Una de las mayores investigaciones de la historia hasta el momento tuvo lugar en 1978 por un grupo de científicos especializados en 33 ramas distintas. Físicos, químicos, hematólogos, forenses se unieron en un grupo llamado STURP, que corresponde a las siglas de “Shroud of Turin Research Project”, es decir, Proyecto de investigación de la Sábana de Turín. 

Sus líneas de investigación se centraban en identificar si la sangre era humana y cómo se formó la imagen que contiene. 

El STURP contaba con un presupuesto de dos millones de dólares y consiguió enviar desde Estados Unidos hasta Turín (Italia) material científico tremendamente delicado, pero necesario para el estudio de la sábana. 

Este grupo tuvo a su disposición la Sábana Santa durante 5 días, es decir, 120 horas que fueron aprovechadas al máximo. 

Una religiosa clarisa fue la encargada de retirar la seda roja que protegía la Sábana Santa. En ese momento descubrieron que ésta estaba sujeta al tablero con unas chinchetas que habían dejado una marca de óxido.

En ese momento el STURP comprendió que el objeto de estudio ya estaba contaminado. Sin embargo, los científicos apuraron el tiempo ante la Sábana Santa para desarrollar las pruebas previstas y posteriormente dedicaron más de 15.000 horas de evaluación y desarrollo de las pruebas antes de publicar el informe final de las mismas. Algo que realizaron tres años después, en 1981. 

Concluyeron que la sangre presente en la Sábana sí es humana, de tipo AB. Sin embargo, sobre la formación de su imagen no pudieron concluir nada. No contiene pigmento, tinte o químicos, por lo que nada conocido parece haber formado la imagen. Además también concluyeron que no era una falsificación, porque no sabrían cómo poder reproducirla con la técnica actual.

De hecho, la Sábana Santa cuenta con 9 características que la hacen infalsificable e irrepetible: 

Superficialidad, ausencia de pigmentación, no direccionalidad, estabilidad térmica, estabilidad hidrológica, estabilidad química, pormenorización, negatividad y tridimensionalidad. 

Ésta última; la tridimensionalidad, es una de las características más sorprendentes especialmente tras el estudio realizado por el JLP, Jet Propulsion Laboratory, organismo dependiente de la NASA, que concluyó el relieve exacto de un cuerpo y rostro humano.

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El ‘titulus crucis’: el motivo de la condena de Jesús

La exposición “The Mystery Man” cuenta con una enorme colección de elementos sobre la Pasión de Jesucristo. Entre ellos una reconstrucción del llamado ‘titulus crucis’, es decir, la tablilla de madera que se colocó sobre la cruz de Jesús en la que constaba el motivo de su condena. 

El descubrimiento de numerosas reliquias de la Pasión de Jesús se debe, según la tradición, a Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, que viajó a Jerusalén en los años 327 y 328  para recuperarlas. 

Entre los descubrimientos más importantes de Santa Elena se encuentra la localización actual del lugar del Calvario, en donde hoy se alza la Basílica del Santo Sepulcro. Ésta basílica fue construida por orden del emperador Constantino, hijo de Santa Elena. 

También se cree que encontró el ‘titulus crucis’, conocido popularmente como ‘INRI’, que era la prueba de la sentencia de Jesús.

Todos los sentenciados llevaban su condena escrita, al llegar al punto de ejecución se le entregaba al centurión para que comprobara el delito y el nombre del reo. 

Está escrito en hebreo, griego y latín y se puede leer la inscripción “I.NAZARINVS RE”. 

De hecho, en el relato de la Pasión de los evangelios se recoge que los sumos sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas: Rey de los judíos, sino: Éste ha dicho: Soy rey de los judíos”. A lo que Pilato contestó: «lo escrito, escrito está”.

Se piensa que el titulus crucis fue trasladado a la Basílica de Santa Cruz de Jerusalén en el siglo VI por orden del Papa San Gregorio Magno. 

El titulus crucis que se expone en “The Mystery Man” es una estudiada reconstrucción realizada con láser y que ha tomado como muestra el conservado en Roma, que cuenta con errores de ortografía en los diferentes idiomas. 

Los estudios caligráficos consideran que hay indicios de que podría pertenecer al siglo I, por el comportamiento de la caligrafía entre otros. 

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Los pólenes: una prueba irrefutable

La ciencia forense moderna considera la identificación de los granos de polen como uno de los procesos más exactos. La ‘exina’, membrana externa con forma y arquitectura determinada de cada planta, es identificable miles de años después de su existencia. 

En el año 1970 el criminólogo Max Frei, fue el primero en hallar polen en la Sábana Santa. Estableció un mapa en la propia tela en el que identificaba cada muestra en su lugar correspondiente.

Sus primeros estudios confirmaron que la Sábana estuvo expuesta al aire libre de Francia e Italia. Además localizó una serie de pólenes que le eran desconocidos, entre los que posteriormente reconoció ‘linun mocrunatun’ y ‘romería híbrida’, pólenes de plantas provenientes de Estambul, del sudeste de Turquía, de Palestina y de Jerusalén. Además de una gran cantidad de ‘gundelia tournefortii’.

Tras nueve años de estudio, Max Frei identificó 59 especies diferentes de pólenes, determinando que 28 de las plantas que los producen tan solo existen en Oriente Medio.

En el año 2011 la investigadora italiana Marzia Boi, del laboratorio de Botánica del departamento de Biología de la Universidad de las Islas Baleares (España) continuó el estudio de las muestras de polen extraídas por Max Frei. 

Boi detecta que los estudios de Frei sí fueron correctos en la extracción de muestras pero erróneos en su identificación como especie. De esta manera, el polen que Frei identificó como  ‘gundelia tournefortii’ era en realidad ‘helycrysum’. Se trata de un tipo de polen denominado entomofilo, es decir, que no viaja por el aire porque es demasiado pesado, por lo que la única forma de que quedara en la Sábana es por contacto directo a través de sus flores.

En los enterramientos del siglo I se ungía el cadáver, se purificaba para que el cuerpo pasara limpio a la otra vida. De esta manera, quemaban resinas e inciensos para “purificar”, desinfectar el ambiente y los aceites eran aplicados en el cuerpo para impedir que se acercasen insectos. También se aplicaba en la boca, nariz, ano y demás orificios del cuerpo con el fin de que no expulsara sustancias y que corrompieran el sudario o mortaja.

Marzia Boi descubrió que de las flores de helycrysum se obtienen el aceite de Helichrysum, mezclado con láudano, terebinto, gálbano aromático o lentisco, que tenía más valor el propio oro y eran utilizados como ungüento para los enterramientos de hombres ricos o reyes en el siglo I.

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El descubrimiento de la Sábana Santa

La importancia de las reliquias aumentó considerablemente en la Edad Media, especialmente durante el tiempo de las Cruzadas a Tierra Santa. 

El descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en el siglo IX, la importancia de

estas fue en aumento y el valor de su posesión incrementaba la potestad de las iglesias y

de los reinos que las acogían convirtiéndose en centros de peregrinación y de veneración

de miles de fieles.

En el año 1353 un caballero llamado Geoffroy de Charny del pequeño pueblo francés de Lirey, dice tener el Sudario que cubrió el cuerpo de Jesucristo. Jamás dirá su procedencia pues afirma no poder revelarla.

La tela presenta una imagen borrosa e impronta del cuerpo de un hombre terriblemente

torturado. El caballero muere asesinado tres años más tarde en la batalla de Poitiers pero previamente había donado la tela a unos monjes del pueblo de Lirey. 

Desde entonces, la pequeña iglesia de este pueblo francés comienza a recibir miles de peregrinos.

En la Guerra de los 100 años los monjes devuelven la santa tela al castillo para su protección, pero al término de la contienda, su nieta, Margarita de Charny, se niega a devolverla y la utiliza como salvoconducto para huir a Italia a cambio de protección,

entregándola a los duques de Saboya, futuros reyes de Italia, quienes la guardan en la iglesia de su castillo de Chamberye y la convierten en su reliquia más venerada.

En la noche del 3 al 4 de diciembre del año 1523 la iglesia arde y el relicario de plata que

guardaba la sábana doblada se derrite, cayendo una gota que la atraviesa completamente,

quemándola y marcándola para siempre pero sin destruir la imagen.

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Así fue la corona de espinas de Jesús

Estamos acostumbrados a ver representaciones de coronas de espinas “sencillas”, es decir que rodean sólo la frente y la parte posterior de la cabeza. Sin embargo, en realidad según los estudios se cree que la corona de Jesús era algo más parecido a un “casco” que envolvía desde la frente, la parte superior de la cabeza y la posterior. 

En la exposición The Mystery Man mostramos una réplica de cómo pudo ser esta corona. 

Parece ser que se utilizaron espinas del “ziziphus jujuba”, el cardo más abundante de esa zona del Mediterráneo. Ese cardo es conocido como “espina de Cristo” o “espina de Jerusalén”. Sus ramas son extremadamente fuertes y se cree que con ella fue con la que se utilizó para trenzar la corona de espinas que se le colocó a Cristo. 

Según relata la Biblia, los romanos trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza; para burlase de él con gritos de ¡Salve rey de los judíos!

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Sábana Santa y Carbono 14: ¿Qué dijeron los expertos?

La exposición The Mystery Man realiza un exhaustivo repaso por las investigaciones de las que ha sido objeto la Sábana Santa. Una de las más relevantes fue la del Carbono 14, realizada a finales de los años 90. 

En el año 1998 se extrajeron 8 centímetros de una esquina de la Sábana Santa para su análisis por tres laboratorios independientes. Cada uno de esos laboratorios concluyó una datación distinta para el trozo de tela que se le asignó. Lo sorprendente es que conforme la muestra era más cercana al centro de la Sábana Santa más antigua era la datación. La Revista Nature concluyó que el nivel de significación o fiabilidad de las muestras de referencia en la Sábana Santa era demasiado bajo, de un 5 sobre 100, por lo que no era representativa para su estudio. 

En 8 centímetros que medía la muestra total extraída de la Sábana Santa, la tela envejecía 130 años de edad, lo que confirma su poca representatividad y que la muestra podría haber sufrido una contaminación. 

El científico Ray Rogers certificó que hay remiendos de algodón en la Sábana Santa, también en la zona del corte elegido para la muestra. 

En 1996 el doctor Garza Valdés encontró contaminación bacteriana y microbiana. Una bacteria y hongos que distorsionaban la datación, como lo ocurrido en momias encontradas donde la tela exterior por exposición a contaminación medioambiental proporcionaba hasta 1.000 años de diferencia al cuerpo al que envolvía.

De hecho, el propio Doctor Harry E. Gove, co-inventor de la moderna técnica de datación del Carbono 14, ante estos hechos declaró textualmente: “Tras lo demostrado por Valdés no hay modo alguno en el que los científicos que realizaron las pruebas de datación mediante el Carbono pudieran establecer con total exactitud la fecha de origen del material de la Sábana porque no pudieron retirar las baterías de la película bio-plástica”.

Aunque la prueba no sería válida estos datos jamás trascendieron a la opinión pública que dio por zanjado el caso de la Sábana Santa con la datación del Carbono 14. Sin embargo, la duda dejó dividida a la comunidad científica. ¿Pudo fallar el carbono 14? ¿Pudo la Sábana existir antes y permanecer oculta por ser un objeto funerario?

Son muchos los historiadores que piensan que de existir una mortaja o sudario de Jesús con su imagen grabada, de haber sido encontrada por los apóstoles al llegar al sepulcro y verlo profanado, la habrían guardado y escondido.
En los años 70, el investigador Ian Wilson propuso una hipótesis para explicar por qué la Sábana pudo estar oculta durante los primeros siglos. ¿Por qué surgió la tradición de poner la imagen de Jesús en una tela? La Biblia jamás describe el aspecto físico de Jesús de dónde viene su imagen, y si la Sábana Santa tuvo otro nombre: el mandylion.