The Mystery Man es una exposición sobre la Sábana Santa que se encuentra desde el pasado 13 de octubre y hasta el 15 de marzo en la catedral de Salamanca (España). La pieza central de la exposición es el cuerpo hiperrealista y volumétrico del hombre de la Sábana Santa.
En las seis salas en las que se divide la exposición se pueden encontrar numerosos objetos históricos, numismáticos y arqueológicos que acercan la pasión de Jesús a los visitantes. Entre ellos se muestra una recreación de la cruz en la que murió Jesus, realizada a sierra y cepillo, es decir, con los mismos elementos que se usaban en la época.
La muerte por crucifixión estaba destinada a asesinos y malhechores, era una de las condenas más crueles. La cruz podía ser simple es decir, el reo se clavaba sobre un solo palo, en forma de aspa o X, boca abajo o sobre una pared como la Tau griega.
La cruz estaba compuesta por dos partes. El madero vertical, llamado ‘stipes’, se encontraba fijo en el lugar de la ejecución, mientras que el ‘patibulim’, es decir, el travesaño horizontal era cargado por el reo sobre sus hombros.
Posteriormente se ataba o clavaba las muñecas al ‘patibulum’ y el reo era izado con el cuerpo colgando sobre el ‘stipes’.
El ‘sedile’ o ‘cornu’ era la pieza de madera que se situaba a los pies del crucificado. Una vez colocado el ‘patibulum’ éste se ajustaba de tal manera que se permitiera el movimiento al reo, algo que tan sólo prolongaba su muerte.
De hecho los crucificados podían estar hasta más de dos días vivos en la cruz. El dolor tan sólo para respirar era indescriptible. Si no se movían, se asfixiaban, pero si se movían para evitar la asfixia debían hacer esfuerzos levantando el cuerpo, lo que provocaba desgarros de la carne de los clavos por el movimiento.
Para ahorrarles ese sufrimiento, se tenía por costumbre el “crurifragium”, es decir, partir los huesos de las piernas como golpe de gracia y que acelerara la muerte. El cadáver quedaba clavado pudriéndose a la intemperie.
Sin embargo, según el relato de los Evangelios Jesús murió antes de que se le quebraran la piernas.
Un soldado romano, que la tradición llama Longinos, clavó una lanza en el costado de Jesús, de la que salió sangre y agua.