La importancia de las reliquias aumentó considerablemente en la Edad Media, especialmente durante el tiempo de las Cruzadas a Tierra Santa.
El descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en el siglo IX, la importancia de
estas fue en aumento y el valor de su posesión incrementaba la potestad de las iglesias y
de los reinos que las acogían convirtiéndose en centros de peregrinación y de veneración
de miles de fieles.
En el año 1353 un caballero llamado Geoffroy de Charny del pequeño pueblo francés de Lirey, dice tener el Sudario que cubrió el cuerpo de Jesucristo. Jamás dirá su procedencia pues afirma no poder revelarla.
La tela presenta una imagen borrosa e impronta del cuerpo de un hombre terriblemente
torturado. El caballero muere asesinado tres años más tarde en la batalla de Poitiers pero previamente había donado la tela a unos monjes del pueblo de Lirey.
Desde entonces, la pequeña iglesia de este pueblo francés comienza a recibir miles de peregrinos.
En la Guerra de los 100 años los monjes devuelven la santa tela al castillo para su protección, pero al término de la contienda, su nieta, Margarita de Charny, se niega a devolverla y la utiliza como salvoconducto para huir a Italia a cambio de protección,
entregándola a los duques de Saboya, futuros reyes de Italia, quienes la guardan en la iglesia de su castillo de Chamberye y la convierten en su reliquia más venerada.
En la noche del 3 al 4 de diciembre del año 1523 la iglesia arde y el relicario de plata que
guardaba la sábana doblada se derrite, cayendo una gota que la atraviesa completamente,
quemándola y marcándola para siempre pero sin destruir la imagen.