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Próximo 26 marzo, The Mystery Man en la Catedral de Guadix (Granada)

El 26 de marzo The Mystery Man abrirá sus puertas al público en su segunda sede, que será la Catedral de Guadix, Granada (España). Una localización especialmente importante por tratarse de la diócesis más antigua de España y porque en el interior de la Catedral accitana se custodia una réplica exacta de la Piedad de Miguel Ángel, una escultura cumbre en el Renacimiento italiano.

El Hijo, The Mystery Man, visita a su Madre, la Piedad de Guadix, una escultura que formará parte de la exposición en la sede accitana. Una obra artística que se renueva a través de la proyección de un videomapping, que convierte esta gran pieza en una obra de arte sacro del siglo XXI.

Con esta sede granadina se pretende relanzar lugares apartados de las principales rutas turísticas, pero llenos de riqueza monumental y de especial significado para ArtiSplendore, empresa organizadora de la exposición, de origen granadino.

The Mystery Man se inauguró por primera vez en la historia el pasado 15 de octubre de 2022. Se trata de un recorrido histórico, artístico y arqueológico de la Sábana Santa. Cuenta con una sala inmersiva donde se muestra la representación de Jesús a través de la Historia del Arte. El recorrido culmina con la última sala dedicada al Cordero de Dios en donde se encuentra la representación hiperrealista y volumétrica del hombre de la Sábana Santa, despojado de todo movimiento artístico y fiel a lo que se muestra en la Síndone.

Tras su estancia en Guadix, Granada, The Mystery Man iniciará su recorrido internacional.

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Andrea Tornielli clausura The Mystery Man en Salamanca el 15 de marzo

El director editorial del dicasterio de la Comunicación del Vaticano clausurará el miércoles 15 de marzo la primera sede de la exposición sobre el hombre de la Sábana Santa. Se realizará el último pase guiado por The Mystery Man antes del traslado a su nueva localización en la Catedral de Guadix, Granada (España).

La exposición The Mystery Man, sobre el hombre de la Sábana Santa, finalizará su estancia en la Catedral de Salamanca el próximo miércoles 15 de marzo. El acto de clausura tendrá lugar el 15 de marzo a las 17h, de la mano de Andrea Tornielli, director editorial del dicasterio de la Comunicación del Vaticano.

La capilla de Santa Catalina de la Catedral Vieja de Salamanca, acogerá la presentación de Andrea Tornielli basada en su libro “La Vida de Jesús”, que pondrá el broche de oro a los cinco meses de estancia de The Mystery Man en la Catedral de Salamanca.

Álvaro Blanco, comisario de la muestra, realizará la última visita guiada por la exposición como cierre de la misma.

Está previsto que el 25 de marzo The Mystery Man abra sus puertas en su segunda sede, que será la Catedral de Guadix, Granada (España). Una localización especialmente importante por tratarse de la diócesis más antigua de España y porque en el interior de la Catedral accitana se custodia una réplica exacta de la Piedad de Miguel Ángel, una escultura cumbre en el Renacimiento italiano.

El Hijo, The Mystery Man, visita a su Madre, la Piedad de Guadix, una escultura que formará parte de la exposición en la sede accitana. Una obra artística que se renueva a través de la proyección de un videomapping, que convierte esta gran pieza en una obra de arte sacro del siglo XXI.

Con esta sede granadina se pretende relanzar lugares apartados de las principales rutas turísticas, pero llenos de riqueza monumental y de especial significado para ArtiSplendore, empresa organizadora de la exposición, de origen granadino.

The Mystery Man se inauguró por primera vez en la historia el pasado 15 de octubre de 2022. Se trata de un recorrido histórico, artístico y arqueológico de la Sábana Santa. Cuenta con una sala inmersiva donde se muestra la representación de Jesús a través de la Historia del Arte. El recorrido culmina con la última sala dedicada al Cordero de Dios en donde se encuentra la representación hiperrealista y volumétrica del hombre de la Sábana Santa, despojado de todo movimiento artístico y fiel a lo que se muestra en la Síndone.

Está previsto que tras su estancia en Guadix, Granada, The Mystery Man inicie su recorrido internacional.

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¿Sábana Santa o Síndone?¿Cómo se le llama a la tela que envolvió el cuerpo de Jesús?

El periodista Andrea Tornielli es autor de numerosos libros entre ellos “Sindone. Inchiesta sul mistero” (Gribaudi 2010)  (“Síndone. Una investigación sobre el misterio”), en el que destaca numerosos puntos relevantes sobre la Sábana Santa. 

Reproducimos traducido al español un extracto de este libro: 

“Maria Luisa Rigato, docende de Exégesis del Nuevo Testamento en la Pontificia Universidad Gregoriana publicó un importante estudio dedicado al ‘titulus crucis’, es decir, el fragmento de madera custodiado hoy en la iglesia de Santa Cruz de Jerusalén en Roma y que según la tradición sería parte de la tabla que contenía la inscripción “Jesús Nazareno Rey de los Judíos” escrita en latín, griego y hebreo y puesta sobre la cruz de Jesús según las narraciones de los Evangelios. 

Rigado, aunque se ocupa sólo tangencialmente de la Síndone de Turín, ha observado como en la tradición cristiana el concepto de “Sindone” quedó por los Evangelios, unido a la imagen de una tela usada para envolver los cadáveres. Desde entonces cada vez que se use esa palabra se asociará a la sepultura de Cristo. Sin embargo en periodos anteriores, de hecho, no era así. 

En la época de Jesús, la palabra ‘sindon’ era bastante común. Indicaba varias piezas de tela que podrían servir de paño pero también como velas de naves o vestidos para personas. No era, en resumen, un significado específico unido a los procedimientos de sepultura. Es sólo posteriormente que la palabra asume ese significado preciso. 

La palabra ‘sindon’, término griego proveniente del egipcio ‘shendo’ (NdT también conocido como ‘shenti’; prenda de vestir masculina en forma de falta corta utilizada en el Antiguo Egipto.) que significaba sólo tela o tejido de manera genérica. 

La profesora Rigato en su amplio y documentado estudio ha subrayado que el uso litúrgico o hebreo antiguo era de una tela de lino particularmente preciada, usada para las necesidades del sumo sacerdote en el templo de Jerusalén. Era definido como “sadin shel buz”, y era un tejido puro con el que se realizaban los velos del templo. También lo utilizaba el sacerdote para envolverse después de haber realizado los cinco baños rituales obligatorios en el día del rito de la expiación, el Yom Kippur. 

Purificado y envuelto en ese lino, en el día de la fiesta más sagrada, el jefe de los sacerdotes, pedía que los pecados de Israel fueran lavados por la sangre de las víctimas inmoladas. “Sadin shel buz” significa tela de biso (NdT, también conocida como “seda de mar”, una fibra natural proveniente de moluscos que se trata para tejer costosísimas telas) es decir, el tejido de lino puro realizado en un modo particular, (en forma de “Z” que es distinta a la realizada en forma de “S” considerada más común y fácilmente realizable).

También otras vestiduras litúrgicas sacerdotales utilizaban este tipo de tejido así elaborado. Se trataba, por lo tanto, de telas preciadas, reservadas a la casta sacerdotal o a la realización de los velos del templo. Una tela conservada presumiblemente en las estancias del mismo Templo de Jerusalén. 

¿Por qué José de Arimatea que, según el relato del Evangelio, además de ofrecer su tumba a Jesús quiso proporcionarle también la tela para la sepultura utilizó un lino así de preciado? 

Según la profesora Rigato, se trata de un hecho extraordinario, fuera de lo común y de los usos consolidados, como si para Jesús de Nazaret se hubiera querido organizar una sepultura de tipo real. 

Por lo que hemos podido investigar el tejido de lino de la Síndone de Turín no presenta por sus características y su hechura técnica, elementos que puedan contradecir su originalidad de manufactura del siglo I antes de Cristo”. 

Extracto traducido al español del libro “Sindone. Inchiesta sul mistero”, de Andrea Tornielli. 

NdT: Nota de la traductora

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Relato de la Pasión según San Juan

El Evangelio según San Juan es uno de los más extensos y precisos en relatar la Pasión de Jesús. 

Aquí reproducimos el relato de la Pasión según San Juan. 

Juan 13

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo  amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,

3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,

4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.

5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que  estaba ceñido.

6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»

7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.»

8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»

9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»

10  Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

11  Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»

12  Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?

13  Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.

14  Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.

15  Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.

16  «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.

17  «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.

18  No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón.

19  «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy.

20  En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.»

21  Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»

22  Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.

23  Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.

24  Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.»

25  El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?»

26  Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.

27  Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»

28  Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.

29  Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres.

30  En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.

31  Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.

32  Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»

33  «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy,  vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.

34  Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.  Que, como yo os he amado,      así os améis también vosotros los unos a los otros.

35  En esto conocerán todos que sois discípulos míos:          si os tenéis amor los unos a los otros.»

36  Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»

37  Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»

38  Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»

Juan 14

1 «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.

2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar.

3 Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

4 Y adonde yo voy sabéis el camino.»

5 Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

6 Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»

8 Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»

9 Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”?

10  ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.

11  Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.

12  En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.

13  Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14  Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

15  Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;

16  y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre,

17  el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis,      porque mora con vosotros.

18  No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.

19  Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.

20  Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.

21  El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»

22  Le dice Judas – no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?»

23  Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

24  El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.

25  Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.

26  Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.

27  Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.

28  Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros.” Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,      porque el Padre es más grande que yo.

29  Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

30  Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder;

31  pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.»

Juan 15

1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.

2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.

3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

4 Permaneced en mí, como yo en vosotros.Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,                  si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.

6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego      y arden.

7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.

8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.

10  Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

11  Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

12  Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.

13  Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.

14  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

15  No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

16  No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.

 17  Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»

18  «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros.

19  Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo.

20  Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán.

21  Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

22  Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.

23  El que me odia, odia también a mi Padre.

24  Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre.

25  Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: Me han odiado sin motivo.

26  Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.

27  Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.

Juan 16

1   Os he dicho esto para que no os escandalicéis.

2   Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.            

3   Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

4   Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. «No os dije esto desde el principio  porque estaba yo con vosotros.

5 Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Dónde vas?”

6 Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza.

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:

8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;

9 en lo referente al pecado, porque no creen en mí;

10  en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis;

11  en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.

12  Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.

13  Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.

14  El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

15  Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

16  «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver.»

17  Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” y “Me voy al Padre”?»

18  Y decían: «¿Qué es ese “poco”? No sabemos lo que quiere decir.»

19  Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: “Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?”

20  «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

21  La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.

22  También vosotros estáis tristes ahora,  pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar.

23  Aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.

24  Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.

25  Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre.

26  Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

27  pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.

28  Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre.»

29  Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola.

30  Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.»

31  Jesús les respondió: «¿Ahora creéis?

32  Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33  Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.»

Juan 17

1 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.

2 Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.

3 Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.

4 Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

5 Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.

6 He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.

7 Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti;

8 porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

9 Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos;

10  y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.

11  Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.

12  Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado.He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición,  para que se cumpliera la Escritura.

13  Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.

14  Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.

15  No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.

16  Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.

17  Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.

18  Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.

19  Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.            

20  No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí,

21  para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

22  Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:

23  yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

24  Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.

25  Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado.

26  Yo les he dado a conocer tu Nombrey se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»

Juan 18

1 Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos.

2 Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con  sus discípulos.

3 Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.

4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»

5 Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.

6 Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra.

7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».

8 Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»

9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»

10  Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja  derecha. El siervo se llamaba Malco.

11  Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»

12  Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron

13  y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.

14  Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.

15  Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,

16  mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.

17  La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.»

18  Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.

19  El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.

20  Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.

21  ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.»

22  Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?»

23  Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»

24  Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás.

25  Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» El lo negó diciendo: «No lo soy.»

26  Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?»

27  Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

28  De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.

29  Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?»

30  Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.»

31  Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.»

32  Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.

33  Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»

34  Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»

35  Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»

36  Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido      para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»

37  Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido      y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

38  Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.

39  Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?»

40  Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador.

Juan 19

1 Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.

2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;

3 y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.

4 Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en  él.»

5 Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.»

6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él.»

7 Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»

8 Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más.

9 Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le dio respuesta.

10  Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?»

11  Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha  entregado a ti tiene mayor pecado.»

12  Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.»

13  Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá.

14  Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro  Rey.»

15  Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»

16  Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,

17  y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,

18  y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19  Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los  judíos.»

20  Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la  ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.

21  Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos”.»

22  Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»

23  Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.

24  Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.

25  Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.

26  Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

27  Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

28  Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»

29  Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la  acercaron a la boca.

30  Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

31  Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.

32  Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

33  Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,

34  sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

35  El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.

36  Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.

37  Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

38  Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su  cuerpo.

39  Fue también Nicodemo – aquel que anteriormente  había ido a verle de noche – con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.

40  Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.

41  En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía  había sido depositado.

42  Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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Relato de la Pasión según San Marcos

Aquí reproducimos el relato de la Pasión según San Marcos. 

Marcos 14

1 Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.

2 Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.»

3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de  alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.

4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume?

5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.

6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí.

7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.

8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.

9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»

10  Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo.

11  Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.

12  El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»

13  Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle

14  y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

15  El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para  nosotros.»

16  Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

17  Y al atardecer, llega él con los Doce.

18  Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.»

19  Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?»

20  El les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato.

21  Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»

22  Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»

23  Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.

24  Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.

25  Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»

26  Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

27  Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.

28  Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»

29  Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.»

30  Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.»

31  Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos.

32  Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»

33  Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia.

34  Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.»

35  Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora.

36  Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»

37  Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?

38  Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»

39  Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.

40  Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle.

41  Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo  del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.

42  ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»

43  Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas  y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.

44  El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.»

45  Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.

46  Ellos le echaron mano y le prendieron.

47  Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.

48  Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos?

49  Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan  las Escrituras.»

50  Y abandonándole huyeron todos.

51  Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen.

52  Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

53  Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.

54  También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.

55  Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.

56  Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían.

57  Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio:

58  «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho  por hombres.»

59  Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.

60  Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»

61  Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»

62  Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes  del cielo.»

63  El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?

64  Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.

65  Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los  criados le recibieron a golpes.

66  Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote

67  y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret.»

68  Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo.

69  Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos.»

70  Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo.»

71  Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!»

72  Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo  cante dos veces, me habrás negado tres.» Y rompió a llorar.

Marcos 15

1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.

2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»

3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.

4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.»

5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran.

7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato.

8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.

9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»

10  (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.)

11  Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás.

12  Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?»

13  La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!»

14  Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»

15  Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

16  Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte.

17  Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen.

18  Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»

19  Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

20  Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.

21  Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.

22  Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.

23  Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó.

24  Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.

25  Era la hora tercia cuando le crucificaron.

26  Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»

27  Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.

29  Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días,

30  ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»

31  Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.

32  ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban  los que con él estaban crucificados.

33  Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

34  A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», – que quiere decir – «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»

35  Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»

36  Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»

37  Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

38  Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.

39  Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre  era Hijo de Dios.»

40  Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé,

41  que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

42  Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado,

43  vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía  de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.

44  Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo.

45  Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José,

46  quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba  excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.

47  María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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Relato de la Pasión según San Lucas

La narración de la pasión y muerte de Jesús ha llegado a nuestros días a través de los distintos evangelistas. Aquí ofrecemos la narración del Evangelio según San Lucas,  

Relato de la Pasión según San Lucas

Lucas 22

1 Se acercaba la fiesta de los Azimos, llamada Pascua.

2 Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacerle desaparecer, pues temían al pueblo.

3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce;

4 y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregárselo.

5 Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero.

6 El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera.

7 Llegó el día de los Azimos, en el que se había de sacrificar el cordero de Pascua;

8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo: «Id y preparadnos la Pascua para que la comamos.»

9 Ellos le dijeron: «¿Dónde quieres que la preparemos?»

10  Les dijo: «Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre,

11  y diréis al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

12  El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta; haced allí los preparativos.»

13  Fueron y lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

14  Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;

15  y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;

16  porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»

17  Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros;

18  porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»

19  Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»

20  De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

21  «Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.

22  Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!»

23  Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello.

24  Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor.

25  El les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;

26  pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve.

27  Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

28  «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas;

29  yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí,

30  para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31  «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha  solicitado el poder cribaros como trigo;

32  pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»

33  El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.»

34  Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces.»

35  Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.»

36  Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada;

37  porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: = “Ha sido contado entre los malhechores.” Porque lo mío toca a su fin.»

38  Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»

39  Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron.

40  Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»

41  Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba

42  diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

43  Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.

44  Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.

45  Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza;

46  y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»

47  Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.

48  Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»

49  Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?»

50  y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.

51  Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.

52  Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: «¿Como  contra un salteador habéis salido con espadas y palos?

53  Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»

54  Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.

55  Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.

56  Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él.»

57  Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!»

58  Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo: «Hombre, no lo soy!»

59  Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.»

60  Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo,

61  y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»

62  Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

63  Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban;

64  y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?»

65  Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.

66  En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín

67  y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no me creeréis.

68  Si os pregunto, no me responderéis.

69  De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.»

70  Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.»

71  Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»

Lucas 23

1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.

2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.»

3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»

4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre.»

5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»

6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.

7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.

8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de  él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.

9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.

10  Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.

11  Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.

12  Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.

13  Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo

14  y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis.

15  Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.

16  Así que le castigaré y le soltaré.»

18  Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»

19  Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.

20  Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,

21  pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»

22  Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»

23  Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes.

24  Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.

25  Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a  su voluntad.

26  Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.

27  Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.

28  Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

29  Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!

30  Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos!

31  Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»

32  Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.

33  Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la  izquierda.

34  Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.

35  Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él  es el Cristo de Dios, el Elegido.»

36  También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre

37  y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»

38  Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»

39  Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»

40  Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?

41  Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»

42  Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»

43  Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

44  Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

45  El velo del Santuario se rasgó por medio

46  y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.

47  Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.»

48  Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.

49  Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

50  Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,

51  que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.

52  Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús

53  y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie  había sido puesto todavía.

54  Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.

55  Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,

56  Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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Evangelio de la Pasión según San Mateo

La exposición The Mystery Man descubre los secretos de la Sábana Santa. La recreación del cuerpo hiperrealista que culmina la muestra recoge todas las marcas de la pasión que se encuentran en la Síndone. 

La narración de la pasión y muerte de Jesús ha llegado a nuestros días a través de los distintos evangelistas. 

Aquí ofrecemos el relato de la Pasión de Jesús según el Evangelio de San Mateo. 

Mateo 26

1 Y sucedió que, cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:

2 «Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado.»

3 Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado  Caifás;

4 y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle muerte.

5 Decían sin embargo: «Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el pueblo.»

6 Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

7 se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras  estaba a la mesa.

8 Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: «¿Para qué este despilfarro?

9 Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los pobres.»

10  Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: «¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una “obra buena” ha hecho conmigo.

11  Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.

12  Y al derramar ella este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho.

13  Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»

14  Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,

15  y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata.

16  Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

17  El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»

18  El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.”»

19  Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

20  Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.

21  Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»

22  Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»

23  El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.

24  El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»

25  Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»

26  Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»

27  Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,

28  porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.

29  Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»

30  Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

31  Entonces les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.

32  Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»

33  Pedro intervino y le dijo: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.»

34  Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.»

35  Dícele Pedro: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los discípulos.

36  Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»

37  Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.

38  Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»

39  Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.»

40  Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?

41  Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»

42  Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»

43  Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.

44  Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.

45  Viene entonces donde los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.

46  ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»

47  Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48  El que le iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle.»

49  Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.

50  Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.

51  En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.

52  Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.

53  ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?

54  Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»

55  En aquel momento dijo Jesús a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis.

56  Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces los discípulos le abandonaron  todos y huyeron.

57  Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.

58  Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados  para ver el final.

59  Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle  muerte,

60  y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos,

61  que dijeron: «Este dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.»

62  Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»

63  Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el  Cristo, el Hijo de Dios.»

64  Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a  la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.»

65  Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

66  ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»

67  Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,

68  diciendo: «Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»

69  Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.»

70  Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué dices.»

71  Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazoreo.»

72  Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!»

73  Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues  además tu misma habla te descubre!»

74  Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo.

75  Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

Mateo 27

1 Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte.

2 Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.

3 Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.»

5 El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.

6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque  son precio de sangre.»

7 Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros.

8 Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.

9 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que  fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,

10  y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.»

11  Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»

12  Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.

13  Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»

14  Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.

15  Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran.

16  Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.

17  Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo»,

18  pues sabía que le habían entregado por envidia.

19  Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»

20  Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21  Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»

22  Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!» –

23  «Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»

24  Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos  delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»

25  Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

26  Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.

27  Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la  cohorte.

28  Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura;

29  y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»;

30  y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.

31  Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.

32  Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.

33  Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario»,

34  le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.

35  Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.

36  Y se quedaron sentados allí para custodiarle.

37  Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»

38  Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39  Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:

40  «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

41  Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo:

42  «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.

43  Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”»

44  De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.

45  Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

46  Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»

47  Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»

48  Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.

49  Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»

50  Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.

51  En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.

52  Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.

53  Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.

54  Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»

55  Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.

56  Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57  Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.

58  Se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase.

59  José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia

60  y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada  del sepulcro y se fue.

61  Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

62  Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato

63  y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: “A los tres  días resucitaré.”

64  Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y la última impostura sea peor que la primera.»

65  Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»

66  Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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¿Qué dijo Benedicto XVI sobre la Sábana Santa?

El Papa Benedicto XVI falleció el pasado 31 de diciembre en el Vaticano, después de una década de su renuncia al pontificado. El 2 de mayo de 2010, durante la primera ostensión de la Síndone realizada en este milenio, el Papa Benedicto XVI oró ante la Sábana Santa en Turín (Italia) 

En esa visita, Benedicto XVI calificó la Sábana Santa como un “extraordinario icono” y pronunció una meditación que tituló “El misterio del Sábado Santo”. Recordó el pasaje del evangelio de la Pasión del Señor afirmó que “la Sábana Santa de Turín nos ofrece la imagen de cómo era su cuerpo depositado en el sepulcro durante ese tiempo, que cronológicamente fue breve (alrededor de día y medio), pero inmenso, infinito en su valor y significado”.

A continuación reproducimos íntegro el texto de la homilía pronunciada por el pontífice ante la Sábana Santa durante la ostensión que se celebró en el año 2010. 

VISITA PASTORAL A TURÍN

VENERACIÓN DE LA SÁBANA SANTA

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI 

Domingo 2 de mayo de 2010

Queridos amigos:

Este es un momento muy esperado para mí. En otras varias ocasiones he estado ante la Sábana Santa, pero ahora vivo esta peregrinación y este momento con particular intensidad: quizá porque el paso de los años me hace todavía más sensible al mensaje de este extraordinario icono; quizá, y diría sobre todo, porque estoy aquí como Sucesor de Pedro y traigo en mi corazón a toda la Iglesia, más aún, a toda la humanidad. Doy gracias a Dios por el don de esta peregrinación y también por la oportunidad de compartir con vosotros una breve meditación, que me ha sugerido el subtítulo de esta solemne ostensión: «El misterio del Sábado Santo».

Se puede decir que la Sábana Santa es el icono de este misterio, icono del Sábado Santo. De hecho, es una tela sepulcral, que envolvió el cadáver de un hombre crucificado y que corresponde en todo a lo que nos dicen los Evangelios sobre Jesús, quien, crucificado hacia mediodía, expiró sobre las tres de la tarde. Al caer la noche, dado que era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado solemne de Pascua, José de Arimatea, un rico y autorizado miembro del Sanedrín, pidió valientemente a Poncio Pilato que le permitiera sepultar a Jesús en su sepulcro nuevo, que había mandado excavar en la roca a poca distancia del Gólgota. Obtenido el permiso, compró una sábana y, después de bajar el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió con aquel lienzo y lo depuso en aquella tumba (cf. Mc 15, 42-46). 

Así lo refiere el Evangelio de san Marcos y con él concuerdan los demás evangelistas. Desde ese momento, Jesús permaneció en el sepulcro hasta el alba del día después del sábado, y la Sábana Santa de Turín nos ofrece la imagen de cómo era su cuerpo depositado en el sepulcro durante ese tiempo, que cronológicamente fue breve (alrededor de día y medio), pero inmenso, infinito en su valor y significado.

El Sábado Santo es el día del ocultamiento de Dios, como se lee en una antigua homilía: «¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad, porque el Rey duerme (…). Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción a los infiernos» (Homilía sobre el Sábado Santo: PG 43, 439). En el Credo profesamos que Jesucristo «padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos».

Queridos hermanos y hermanas, en nuestro tiempo, especialmente después de atravesar el siglo pasado, la humanidad se ha hecho particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que ha ido haciéndose cada vez mayor. Al final del siglo XIX, Nietzsche escribió: «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!». Esta famosa expresión, si se analiza bien, está tomada casi al pie de la letra de la tradición cristiana; con frecuencia la repetimos en el vía crucis, quizá sin darnos plenamente cuenta de lo que decimos. Después de las dos guerras mundiales, de los lagers y de los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha convertido cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que se interrogan sobre la vida; y de manera especial nos interpela a los creyentes. También nosotros tenemos que afrontar esta oscuridad.

Y, sin embargo, la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Y esto me hace pensar en el hecho de que la Sábana Santa se comporta como un documento «fotográfico», dotado de un «positivo» y de un «negativo». Y, en efecto, es precisamente así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza que no tiene confines. El Sábado Santo es la «tierra de nadie» entre la muerte y la resurrección, pero en esta «tierra de nadie» ha entrado Uno, el Único que la ha recorrido con los signos de su Pasión por el hombre: «Passio Christi. Passio hominis». Y la Sábana Santa nos habla exactamente de ese momento, es testigo precisamente de ese intervalo único e irrepetible en la historia de la humanidad y del universo, en el que Dios, en Jesucristo, compartió no sólo nuestro morir, sino también nuestra permanencia en la muerte. La solidaridad más radical.

En ese «tiempo más allá del tiempo», Jesucristo «descendió a los infiernos». ¿Qué significa esta expresión? Quiere decir que Dios, hecho hombre, llegó hasta el punto de entrar en la soledad máxima y absoluta del hombre, a donde no llega ningún rayo de amor, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: «los infiernos». Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó la puerta de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con él.

 Todos hemos experimentado alguna vez una sensación espantosa de abandono, y lo que más miedo nos da de la muerte es precisamente esto, como de niños tenemos miedo a estar solos en la oscuridad y sólo la presencia de una persona que nos ama nos puede tranquilizar. Esto es precisamente lo que sucedió en el Sábado Santo: en el reino de la muerte resonó la voz de Dios. Sucedió lo impensable: es decir, el Amor penetró «en los infiernos»; incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana más absoluta podemos escuchar una voz que nos llama y encontrar una mano que nos toma y nos saca afuera. 

El ser humano vive por el hecho de que es amado y puede amar; y si el amor ha penetrado incluso en el espacio de la muerte, entonces hasta allí ha llegado la vida. En la hora de la máxima soledad nunca estaremos solos: «Passio Christi. Passio hominis».

Este es el misterio del Sábado Santo. Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, ha surgido la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. 

Me parece que al contemplar este sagrado lienzo con los ojos de la fe se percibe algo de esta luz. La Sábana Santa ha quedado sumergida en esa oscuridad profunda, pero es al mismo tiempo luminosa; y yo pienso que si miles y miles de personas vienen a venerarla, sin contar a quienes la contemplan a través de las imágenes, es porque en ella no ven sólo la oscuridad, sino también la luz; más que la derrota de la vida y del amor, ven la victoria, la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio; ciertamente ven la muerte de Jesús, pero entrevén su resurrección; en el seno de la muerte ahora palpita la vida, pues en ella habita el amor. 

Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este «Varón de dolores», que carga sobre sí la pasión del hombre de todos los tiempos y lugares, incluso nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados —«Passio Christi. Passio hominis»—, emana una solemne majestad, un señorío paradójico. Este rostro, estas manos y estos pies, este costado, todo este cuerpo habla, es en sí mismo una palabra que podemos escuchar en silencio 

¿Cómo habla la Sábana Santa? Habla con la sangre, y la sangre es la vida. La Sábana Santa es un icono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen impresa en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada traza de sangre habla de amor y de vida. Especialmente la gran mancha cercana al costado, hecha de la sangre y del agua que brotaron copiosamente de una gran herida provocada por un golpe de lanza romana, esa sangre y esa agua hablan de vida. Es como un manantial que susurra en el silencio y nosotros podemos oírlo, podemos escucharlo en el silencio del Sábado Santo.

Queridos amigos, alabemos siempre al Señor por su amor fiel y misericordioso. Al salir de este lugar santo, llevamos en los ojos la imagen de la Sábana Santa, llevamos en el corazón esta palabra de amor, y alabamos a Dios con una vida llena de fe, de esperanza y de caridad. Gracias

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El bombero que salvó la Sábana Santa del incendio

Publicamos un extracto del artículo de Aleteia bajo el título “Salvó la Sábana Santa de Turín del fuego. Y sucedió algo extraordinario en su vida”, sobre Mario Trematore, bombero que rescató la Sábana Santa del incendio que tuvo lugar en 1997.

Hace 25 años la catedral de Turín fue alcanzada por un incendio que habría destruido la Síndone: un bombero fuera de servicio la salvó. Aquí cuenta nuevos detalles de aquella noche increíble y de cómo ha repercutido en su vida

Era la noche del 11 al 12 de abril de 1997: un incendio en la catedral de Turín amenazaba con arrasar la Sábana Santa. La imagen del bombero con el rostro transfigurado por el miedo y el cansancio, que salva el lienzo sagrado, dio la vuelta al mundo. Ese hombre era Mario Trematore, ahora retirado. 

«Llevaba una vieja campera de montaña»

En su mente, aquella noche de hace veinticinco años sigue viva. “Estaba en casa con mi esposa, no estaba de servicio. Hace 40 años que vivimos encima de la iglesia de la Gran Madre de Dios y fue mi mujer quien vio el fuego desde la ventana. Llamé al cuartel, me dijeron que se había producido un incendio entre el Palacio Real y la Catedral. Me puse una vieja chaqueta de montaña, que tenía el emblema de los bomberos en el brazo, e inmediatamente corrí en ayuda de mis compañeros», contó Mario al Corriere di Torino (8 de abril)

«Rompimos el relicario con los palos»

Los bomberos entendieron que el riesgo de derrumbe de la cúpula de Guarini era muy alto. Al caer, los bloques de mármol habrían hecho añicos el relicario con la Sábana Santa. «Entramos a la Catedral, con los palos rompimos el relicario, agarramos el ostensorio de madera y plata. Y salimos a toda prisa: fue una emoción indescriptible ».

El barroco de Turín

Hay una imagen de Mario Trematore que ha dado la vuelta al mundo: el que tiene el ostensorio de la Sábana Santa sobre sus hombros. «En esos momentos -dice el bombero jubilado- solo piensas en controlar el fuego y no morir. Pero conocía el valor del paño sagrado: en la Universidad había hecho un curso sobre el camino secular y religioso del barroco de Turín. Recuerdo que fui al Duomo porque quería fotografiar la Sábana Santa. Evidentemente no era posible y me aconsejaron que comprara unas fotografías. Compré unas diapositivas, todavía las tengo. Por eso sabía lo importante que era salvarlo: no sólo por su valor religioso, sino también por su valor histórico-cultural».

El grupo Mandylion

Después del incendio, algo dentro de Mario cambió. Nunca había sido un practicante de la Iglesia, pero creyente sí. El rescate de la Sábana Santa, sin embargo, lo dejó conmocionado. Así comenzó un viaje interior. “He seguido un camino, pero no me he convertido en un santo como algunos podrían pensar. Fundé un grupo llamado Mandylion, que en griego antiguo significa lienzo, como la Sábana Santa. Nos reunimos una vez al mes. Nuestro guía espiritual es un padre del santuario de la Virgen de la Consolación, Fabio Malese». 

El mejor día para Mario

La Sábana Santa se salvó en un día que marcó a Mario para siempre. ¿Fue este el mejor momento de su vida? Él confiesa al Corriere di Torino que hubo un día aún más importante en su vida. «El 8 de junio del 82. También entonces estaba en la iglesia, pero en ese caso esperaba a mi futura esposa en el altar. Cuando vi entrar a Rita pensé en lo hermosa que era y en la suerte que tuve. Ese fue el mejor día de mi vida. Tampoco me olvido de cuando nació mi hija».

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¿Por qué la Sábana Santa se custodia en Turín?

El origen de la Sábana Santa se centra en la sepultura y resurrección de Jesús en Jerusalén. Sin embargo, el recorrido que esta supuesta reliquia de la Pasión realizó hasta llegar a Turín (Italia) es largo y enrevesado. 

La historia más reciente de la Sábana Santa comienza con su hallazgo por el caballero Geoffroy de Charny, del pueblo francés de Lirey, a mediados del siglo XIV. El caballero jamás dirá su procedencia. 

A su muerte donó la tela a los monjes del pueblo de Lirey, lo que hizo que su pequeña iglesia comenzara a recibir miles de peregrinos. 

La Sábana Santa permaneció en Francia durante la Guerra de los 100 años. A su término la nieta de Geoffroy de Charny, Margarita de Charny, se niega a devolverla a los monjes y la utiliza como salvoconducto para huir a Italia a cambio de protección. 

De esta manera pasa a manos de los duques de Saboya, quienes posteriormente serían los reyes de Italia, que custodian la Sábana en la iglesia de su castillo de Chambery, y la convierten en su reliquia más venerada.
De esta manera, la Sábana Santa llega a la ciudad de Turín en 1578, cuando Manuel Filiberto de Saboya decide trasladarla a la nueva capital del ducado. Allí es recibida por una multitud de personas. Desde 1694 se custodia en la capilla de la catedral de San Juan Bautista, proyectada a tal fin por el fraile y arquitecto Guarino Guarini.