Los clavos que se utilizaron en la crucifixión de Jesús son conocidos como los Santos Clavos. Su número ha sido muy debatido ya que en numerosas ocasiones se representa a Jesús crucificado con dos, tres o cuatro clavos, en las muñecas o las manos dependiendo de la iconografía.
Las investigaciones realizadas a la Sábana Santa revelaron que las heridas de los clavos se encontraban en las muñecas y no en las manos. Algo que puede observarse con detenimiento en la exposición The Mystery Man, sobre el hombre de la Sábana Santa.
En una de las salas de la muestra se dedica a la Pierre Barbet, médico francés autor de numerosas investigaciones sobre la Sábana Santa, realizó pruebas en cadáveres en las que descubrió que la única forma de crucificar un cuerpo era atravesando con los clavos el hueso radio, es decir, a la altura de la muñeca.
Barbet realizó pruebas con cadáveres en los que les introducía los clavos en las manos, pero el peso del cuerpo desgarraba la carne en segundos, a pesar de que éste era el modo en el que siempre se había representado a Cristo en la cruz.
De esta manera, el clavo debía introducirse en un hueco existente entre los huesos del carpo, donde la estructura del conjunto metacarpiano de la mano podía soportar hasta un peso de 200 kg.
Sin embargo, sus descubrimientos fueron mucho más allá porque según las comprobaciones que hizo con brazos denominados vivos, es decir, minutos después de ser amputados, observó que cuando se introducía un clavo, se aplastaba el nervio mediano.
Esto produciría un dolor incomprensible en un ser humano, provocando distintos tipos de
parálisis, entre ellas la retracción involuntaria de los pulgares hacia la palma de la mano, tal y como aparece en la Sábana.
El negativo permitía ver la imagen del cuerpo mucho más clara. Sin embargo había quienes
decían que se trataba de una imagen falsa porque la herida de los clavos estaba en las
muñecas y no en las manos; y porque las manos tenían sólo cuatro dedos, como siempre ha sido representado Cristo Crucificado.
En las numerosísimas representaciones de la pasión de Jesús a través de la Historia del Arte, ésta casi siempre se ha realizado de manera anatómicamente incorrecta porque situaba los clavos en las palmas de las manos.
Tan sólo los artistas Rubens y Van Dyck lo hicieron en sus pinturas correctamente. Aunque ninguno de ellos incluye la retracción del pulgar, mientras que en la Síndone sí se representa así.
De hecho, las teorías de Pierre Barbet subrayan que la imágen de la Síndone es anatómicamente correcta porque sus características patológicas y fisiológicas eran claras y revelaban unos conocimientos médicos ignorados hace 150 años.
Según la tradición, los cuatro clavos se encuentran en la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén en Roma; en la Corona de Hierro en Monza (Italia), suspendido sobre el altar mayor de la Catedral de Milán (Italia) y el último, de tradición más dudosa, en la catedral de Colle di Val d’Elsa en Siena (Italia).