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Relato de la Pasión según San Marcos

Aquí reproducimos el relato de la Pasión según San Marcos. 

Marcos 14

1 Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.

2 Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.»

3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de  alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.

4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume?

5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.

6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí.

7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.

8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.

9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»

10  Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo.

11  Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.

12  El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»

13  Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle

14  y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

15  El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para  nosotros.»

16  Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

17  Y al atardecer, llega él con los Doce.

18  Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.»

19  Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?»

20  El les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato.

21  Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»

22  Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»

23  Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.

24  Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.

25  Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»

26  Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

27  Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.

28  Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»

29  Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.»

30  Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.»

31  Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos.

32  Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»

33  Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia.

34  Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.»

35  Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora.

36  Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»

37  Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?

38  Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»

39  Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.

40  Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle.

41  Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo  del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.

42  ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»

43  Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas  y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.

44  El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.»

45  Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.

46  Ellos le echaron mano y le prendieron.

47  Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.

48  Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos?

49  Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan  las Escrituras.»

50  Y abandonándole huyeron todos.

51  Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen.

52  Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

53  Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.

54  También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.

55  Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.

56  Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían.

57  Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio:

58  «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho  por hombres.»

59  Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.

60  Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»

61  Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»

62  Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes  del cielo.»

63  El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?

64  Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.

65  Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los  criados le recibieron a golpes.

66  Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote

67  y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret.»

68  Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo.

69  Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos.»

70  Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo.»

71  Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!»

72  Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo  cante dos veces, me habrás negado tres.» Y rompió a llorar.

Marcos 15

1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.

2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»

3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.

4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.»

5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran.

7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato.

8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.

9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»

10  (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.)

11  Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás.

12  Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?»

13  La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!»

14  Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»

15  Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

16  Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte.

17  Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen.

18  Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»

19  Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

20  Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.

21  Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.

22  Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.

23  Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó.

24  Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.

25  Era la hora tercia cuando le crucificaron.

26  Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»

27  Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.

29  Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días,

30  ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»

31  Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.

32  ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban  los que con él estaban crucificados.

33  Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

34  A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», – que quiere decir – «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»

35  Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»

36  Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»

37  Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

38  Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.

39  Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre  era Hijo de Dios.»

40  Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé,

41  que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

42  Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado,

43  vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía  de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.

44  Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo.

45  Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José,

46  quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba  excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.

47  María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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Relato de la Pasión según San Lucas

La narración de la pasión y muerte de Jesús ha llegado a nuestros días a través de los distintos evangelistas. Aquí ofrecemos la narración del Evangelio según San Lucas,  

Relato de la Pasión según San Lucas

Lucas 22

1 Se acercaba la fiesta de los Azimos, llamada Pascua.

2 Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacerle desaparecer, pues temían al pueblo.

3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce;

4 y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregárselo.

5 Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero.

6 El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera.

7 Llegó el día de los Azimos, en el que se había de sacrificar el cordero de Pascua;

8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo: «Id y preparadnos la Pascua para que la comamos.»

9 Ellos le dijeron: «¿Dónde quieres que la preparemos?»

10  Les dijo: «Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre,

11  y diréis al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

12  El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta; haced allí los preparativos.»

13  Fueron y lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

14  Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;

15  y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;

16  porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»

17  Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros;

18  porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»

19  Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»

20  De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

21  «Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.

22  Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!»

23  Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello.

24  Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor.

25  El les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;

26  pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve.

27  Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

28  «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas;

29  yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí,

30  para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31  «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha  solicitado el poder cribaros como trigo;

32  pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»

33  El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.»

34  Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces.»

35  Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.»

36  Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada;

37  porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: = “Ha sido contado entre los malhechores.” Porque lo mío toca a su fin.»

38  Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»

39  Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron.

40  Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»

41  Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba

42  diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

43  Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.

44  Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.

45  Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza;

46  y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»

47  Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.

48  Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»

49  Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?»

50  y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.

51  Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.

52  Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: «¿Como  contra un salteador habéis salido con espadas y palos?

53  Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»

54  Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.

55  Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.

56  Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él.»

57  Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!»

58  Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo: «Hombre, no lo soy!»

59  Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.»

60  Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo,

61  y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»

62  Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

63  Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban;

64  y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?»

65  Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.

66  En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín

67  y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no me creeréis.

68  Si os pregunto, no me responderéis.

69  De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.»

70  Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.»

71  Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»

Lucas 23

1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.

2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.»

3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»

4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre.»

5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»

6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.

7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.

8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de  él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.

9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.

10  Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.

11  Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.

12  Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.

13  Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo

14  y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis.

15  Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.

16  Así que le castigaré y le soltaré.»

18  Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»

19  Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.

20  Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,

21  pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»

22  Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»

23  Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes.

24  Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.

25  Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a  su voluntad.

26  Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.

27  Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.

28  Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

29  Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!

30  Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos!

31  Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»

32  Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.

33  Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la  izquierda.

34  Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.

35  Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él  es el Cristo de Dios, el Elegido.»

36  También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre

37  y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»

38  Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»

39  Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»

40  Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?

41  Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»

42  Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»

43  Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

44  Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

45  El velo del Santuario se rasgó por medio

46  y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.

47  Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.»

48  Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.

49  Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

50  Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,

51  que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.

52  Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús

53  y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie  había sido puesto todavía.

54  Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.

55  Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,

56  Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.

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Evangelio de la Pasión según San Mateo

La exposición The Mystery Man descubre los secretos de la Sábana Santa. La recreación del cuerpo hiperrealista que culmina la muestra recoge todas las marcas de la pasión que se encuentran en la Síndone. 

La narración de la pasión y muerte de Jesús ha llegado a nuestros días a través de los distintos evangelistas. 

Aquí ofrecemos el relato de la Pasión de Jesús según el Evangelio de San Mateo. 

Mateo 26

1 Y sucedió que, cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:

2 «Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado.»

3 Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado  Caifás;

4 y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle muerte.

5 Decían sin embargo: «Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el pueblo.»

6 Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

7 se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras  estaba a la mesa.

8 Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: «¿Para qué este despilfarro?

9 Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los pobres.»

10  Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: «¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una “obra buena” ha hecho conmigo.

11  Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.

12  Y al derramar ella este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho.

13  Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»

14  Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,

15  y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata.

16  Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

17  El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»

18  El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.”»

19  Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

20  Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.

21  Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»

22  Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»

23  El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.

24  El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»

25  Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»

26  Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»

27  Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,

28  porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.

29  Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»

30  Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

31  Entonces les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.

32  Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»

33  Pedro intervino y le dijo: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.»

34  Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.»

35  Dícele Pedro: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los discípulos.

36  Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»

37  Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.

38  Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»

39  Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.»

40  Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?

41  Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»

42  Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»

43  Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.

44  Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.

45  Viene entonces donde los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.

46  ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»

47  Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48  El que le iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle.»

49  Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.

50  Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.

51  En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.

52  Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.

53  ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?

54  Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»

55  En aquel momento dijo Jesús a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis.

56  Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces los discípulos le abandonaron  todos y huyeron.

57  Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.

58  Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados  para ver el final.

59  Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle  muerte,

60  y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos,

61  que dijeron: «Este dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.»

62  Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»

63  Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el  Cristo, el Hijo de Dios.»

64  Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a  la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.»

65  Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

66  ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»

67  Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,

68  diciendo: «Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»

69  Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.»

70  Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué dices.»

71  Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazoreo.»

72  Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!»

73  Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues  además tu misma habla te descubre!»

74  Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo.

75  Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

Mateo 27

1 Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte.

2 Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.

3 Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.»

5 El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.

6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque  son precio de sangre.»

7 Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros.

8 Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.

9 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que  fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,

10  y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.»

11  Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»

12  Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.

13  Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»

14  Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.

15  Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran.

16  Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.

17  Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo»,

18  pues sabía que le habían entregado por envidia.

19  Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»

20  Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21  Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»

22  Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!» –

23  «Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»

24  Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos  delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»

25  Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

26  Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.

27  Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la  cohorte.

28  Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura;

29  y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»;

30  y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.

31  Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.

32  Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.

33  Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario»,

34  le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.

35  Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.

36  Y se quedaron sentados allí para custodiarle.

37  Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»

38  Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39  Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:

40  «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

41  Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo:

42  «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.

43  Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”»

44  De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.

45  Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.

46  Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»

47  Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»

48  Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.

49  Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»

50  Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.

51  En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.

52  Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.

53  Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.

54  Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»

55  Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.

56  Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57  Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.

58  Se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase.

59  José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia

60  y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada  del sepulcro y se fue.

61  Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

62  Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato

63  y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: “A los tres  días resucitaré.”

64  Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y la última impostura sea peor que la primera.»

65  Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»

66  Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Evangelio según San Mateo. Biblia de Jerusalén, tomados de corazones.org

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¿Qué dijo Benedicto XVI sobre la Sábana Santa?

El Papa Benedicto XVI falleció el pasado 31 de diciembre en el Vaticano, después de una década de su renuncia al pontificado. El 2 de mayo de 2010, durante la primera ostensión de la Síndone realizada en este milenio, el Papa Benedicto XVI oró ante la Sábana Santa en Turín (Italia) 

En esa visita, Benedicto XVI calificó la Sábana Santa como un “extraordinario icono” y pronunció una meditación que tituló “El misterio del Sábado Santo”. Recordó el pasaje del evangelio de la Pasión del Señor afirmó que “la Sábana Santa de Turín nos ofrece la imagen de cómo era su cuerpo depositado en el sepulcro durante ese tiempo, que cronológicamente fue breve (alrededor de día y medio), pero inmenso, infinito en su valor y significado”.

A continuación reproducimos íntegro el texto de la homilía pronunciada por el pontífice ante la Sábana Santa durante la ostensión que se celebró en el año 2010. 

VISITA PASTORAL A TURÍN

VENERACIÓN DE LA SÁBANA SANTA

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI 

Domingo 2 de mayo de 2010

Queridos amigos:

Este es un momento muy esperado para mí. En otras varias ocasiones he estado ante la Sábana Santa, pero ahora vivo esta peregrinación y este momento con particular intensidad: quizá porque el paso de los años me hace todavía más sensible al mensaje de este extraordinario icono; quizá, y diría sobre todo, porque estoy aquí como Sucesor de Pedro y traigo en mi corazón a toda la Iglesia, más aún, a toda la humanidad. Doy gracias a Dios por el don de esta peregrinación y también por la oportunidad de compartir con vosotros una breve meditación, que me ha sugerido el subtítulo de esta solemne ostensión: «El misterio del Sábado Santo».

Se puede decir que la Sábana Santa es el icono de este misterio, icono del Sábado Santo. De hecho, es una tela sepulcral, que envolvió el cadáver de un hombre crucificado y que corresponde en todo a lo que nos dicen los Evangelios sobre Jesús, quien, crucificado hacia mediodía, expiró sobre las tres de la tarde. Al caer la noche, dado que era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado solemne de Pascua, José de Arimatea, un rico y autorizado miembro del Sanedrín, pidió valientemente a Poncio Pilato que le permitiera sepultar a Jesús en su sepulcro nuevo, que había mandado excavar en la roca a poca distancia del Gólgota. Obtenido el permiso, compró una sábana y, después de bajar el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió con aquel lienzo y lo depuso en aquella tumba (cf. Mc 15, 42-46). 

Así lo refiere el Evangelio de san Marcos y con él concuerdan los demás evangelistas. Desde ese momento, Jesús permaneció en el sepulcro hasta el alba del día después del sábado, y la Sábana Santa de Turín nos ofrece la imagen de cómo era su cuerpo depositado en el sepulcro durante ese tiempo, que cronológicamente fue breve (alrededor de día y medio), pero inmenso, infinito en su valor y significado.

El Sábado Santo es el día del ocultamiento de Dios, como se lee en una antigua homilía: «¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad, porque el Rey duerme (…). Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción a los infiernos» (Homilía sobre el Sábado Santo: PG 43, 439). En el Credo profesamos que Jesucristo «padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos».

Queridos hermanos y hermanas, en nuestro tiempo, especialmente después de atravesar el siglo pasado, la humanidad se ha hecho particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que ha ido haciéndose cada vez mayor. Al final del siglo XIX, Nietzsche escribió: «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!». Esta famosa expresión, si se analiza bien, está tomada casi al pie de la letra de la tradición cristiana; con frecuencia la repetimos en el vía crucis, quizá sin darnos plenamente cuenta de lo que decimos. Después de las dos guerras mundiales, de los lagers y de los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha convertido cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que se interrogan sobre la vida; y de manera especial nos interpela a los creyentes. También nosotros tenemos que afrontar esta oscuridad.

Y, sin embargo, la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Y esto me hace pensar en el hecho de que la Sábana Santa se comporta como un documento «fotográfico», dotado de un «positivo» y de un «negativo». Y, en efecto, es precisamente así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza que no tiene confines. El Sábado Santo es la «tierra de nadie» entre la muerte y la resurrección, pero en esta «tierra de nadie» ha entrado Uno, el Único que la ha recorrido con los signos de su Pasión por el hombre: «Passio Christi. Passio hominis». Y la Sábana Santa nos habla exactamente de ese momento, es testigo precisamente de ese intervalo único e irrepetible en la historia de la humanidad y del universo, en el que Dios, en Jesucristo, compartió no sólo nuestro morir, sino también nuestra permanencia en la muerte. La solidaridad más radical.

En ese «tiempo más allá del tiempo», Jesucristo «descendió a los infiernos». ¿Qué significa esta expresión? Quiere decir que Dios, hecho hombre, llegó hasta el punto de entrar en la soledad máxima y absoluta del hombre, a donde no llega ningún rayo de amor, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: «los infiernos». Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó la puerta de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con él.

 Todos hemos experimentado alguna vez una sensación espantosa de abandono, y lo que más miedo nos da de la muerte es precisamente esto, como de niños tenemos miedo a estar solos en la oscuridad y sólo la presencia de una persona que nos ama nos puede tranquilizar. Esto es precisamente lo que sucedió en el Sábado Santo: en el reino de la muerte resonó la voz de Dios. Sucedió lo impensable: es decir, el Amor penetró «en los infiernos»; incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana más absoluta podemos escuchar una voz que nos llama y encontrar una mano que nos toma y nos saca afuera. 

El ser humano vive por el hecho de que es amado y puede amar; y si el amor ha penetrado incluso en el espacio de la muerte, entonces hasta allí ha llegado la vida. En la hora de la máxima soledad nunca estaremos solos: «Passio Christi. Passio hominis».

Este es el misterio del Sábado Santo. Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, ha surgido la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. 

Me parece que al contemplar este sagrado lienzo con los ojos de la fe se percibe algo de esta luz. La Sábana Santa ha quedado sumergida en esa oscuridad profunda, pero es al mismo tiempo luminosa; y yo pienso que si miles y miles de personas vienen a venerarla, sin contar a quienes la contemplan a través de las imágenes, es porque en ella no ven sólo la oscuridad, sino también la luz; más que la derrota de la vida y del amor, ven la victoria, la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio; ciertamente ven la muerte de Jesús, pero entrevén su resurrección; en el seno de la muerte ahora palpita la vida, pues en ella habita el amor. 

Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este «Varón de dolores», que carga sobre sí la pasión del hombre de todos los tiempos y lugares, incluso nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados —«Passio Christi. Passio hominis»—, emana una solemne majestad, un señorío paradójico. Este rostro, estas manos y estos pies, este costado, todo este cuerpo habla, es en sí mismo una palabra que podemos escuchar en silencio 

¿Cómo habla la Sábana Santa? Habla con la sangre, y la sangre es la vida. La Sábana Santa es un icono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen impresa en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada traza de sangre habla de amor y de vida. Especialmente la gran mancha cercana al costado, hecha de la sangre y del agua que brotaron copiosamente de una gran herida provocada por un golpe de lanza romana, esa sangre y esa agua hablan de vida. Es como un manantial que susurra en el silencio y nosotros podemos oírlo, podemos escucharlo en el silencio del Sábado Santo.

Queridos amigos, alabemos siempre al Señor por su amor fiel y misericordioso. Al salir de este lugar santo, llevamos en los ojos la imagen de la Sábana Santa, llevamos en el corazón esta palabra de amor, y alabamos a Dios con una vida llena de fe, de esperanza y de caridad. Gracias

bombero

El bombero que salvó la Sábana Santa del incendio

Publicamos un extracto del artículo de Aleteia bajo el título “Salvó la Sábana Santa de Turín del fuego. Y sucedió algo extraordinario en su vida”, sobre Mario Trematore, bombero que rescató la Sábana Santa del incendio que tuvo lugar en 1997.

Hace 25 años la catedral de Turín fue alcanzada por un incendio que habría destruido la Síndone: un bombero fuera de servicio la salvó. Aquí cuenta nuevos detalles de aquella noche increíble y de cómo ha repercutido en su vida

Era la noche del 11 al 12 de abril de 1997: un incendio en la catedral de Turín amenazaba con arrasar la Sábana Santa. La imagen del bombero con el rostro transfigurado por el miedo y el cansancio, que salva el lienzo sagrado, dio la vuelta al mundo. Ese hombre era Mario Trematore, ahora retirado. 

«Llevaba una vieja campera de montaña»

En su mente, aquella noche de hace veinticinco años sigue viva. “Estaba en casa con mi esposa, no estaba de servicio. Hace 40 años que vivimos encima de la iglesia de la Gran Madre de Dios y fue mi mujer quien vio el fuego desde la ventana. Llamé al cuartel, me dijeron que se había producido un incendio entre el Palacio Real y la Catedral. Me puse una vieja chaqueta de montaña, que tenía el emblema de los bomberos en el brazo, e inmediatamente corrí en ayuda de mis compañeros», contó Mario al Corriere di Torino (8 de abril)

«Rompimos el relicario con los palos»

Los bomberos entendieron que el riesgo de derrumbe de la cúpula de Guarini era muy alto. Al caer, los bloques de mármol habrían hecho añicos el relicario con la Sábana Santa. «Entramos a la Catedral, con los palos rompimos el relicario, agarramos el ostensorio de madera y plata. Y salimos a toda prisa: fue una emoción indescriptible ».

El barroco de Turín

Hay una imagen de Mario Trematore que ha dado la vuelta al mundo: el que tiene el ostensorio de la Sábana Santa sobre sus hombros. «En esos momentos -dice el bombero jubilado- solo piensas en controlar el fuego y no morir. Pero conocía el valor del paño sagrado: en la Universidad había hecho un curso sobre el camino secular y religioso del barroco de Turín. Recuerdo que fui al Duomo porque quería fotografiar la Sábana Santa. Evidentemente no era posible y me aconsejaron que comprara unas fotografías. Compré unas diapositivas, todavía las tengo. Por eso sabía lo importante que era salvarlo: no sólo por su valor religioso, sino también por su valor histórico-cultural».

El grupo Mandylion

Después del incendio, algo dentro de Mario cambió. Nunca había sido un practicante de la Iglesia, pero creyente sí. El rescate de la Sábana Santa, sin embargo, lo dejó conmocionado. Así comenzó un viaje interior. “He seguido un camino, pero no me he convertido en un santo como algunos podrían pensar. Fundé un grupo llamado Mandylion, que en griego antiguo significa lienzo, como la Sábana Santa. Nos reunimos una vez al mes. Nuestro guía espiritual es un padre del santuario de la Virgen de la Consolación, Fabio Malese». 

El mejor día para Mario

La Sábana Santa se salvó en un día que marcó a Mario para siempre. ¿Fue este el mejor momento de su vida? Él confiesa al Corriere di Torino que hubo un día aún más importante en su vida. «El 8 de junio del 82. También entonces estaba en la iglesia, pero en ese caso esperaba a mi futura esposa en el altar. Cuando vi entrar a Rita pensé en lo hermosa que era y en la suerte que tuve. Ese fue el mejor día de mi vida. Tampoco me olvido de cuando nació mi hija».

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¿Por qué la Sábana Santa se custodia en Turín?

El origen de la Sábana Santa se centra en la sepultura y resurrección de Jesús en Jerusalén. Sin embargo, el recorrido que esta supuesta reliquia de la Pasión realizó hasta llegar a Turín (Italia) es largo y enrevesado. 

La historia más reciente de la Sábana Santa comienza con su hallazgo por el caballero Geoffroy de Charny, del pueblo francés de Lirey, a mediados del siglo XIV. El caballero jamás dirá su procedencia. 

A su muerte donó la tela a los monjes del pueblo de Lirey, lo que hizo que su pequeña iglesia comenzara a recibir miles de peregrinos. 

La Sábana Santa permaneció en Francia durante la Guerra de los 100 años. A su término la nieta de Geoffroy de Charny, Margarita de Charny, se niega a devolverla a los monjes y la utiliza como salvoconducto para huir a Italia a cambio de protección. 

De esta manera pasa a manos de los duques de Saboya, quienes posteriormente serían los reyes de Italia, que custodian la Sábana en la iglesia de su castillo de Chambery, y la convierten en su reliquia más venerada.
De esta manera, la Sábana Santa llega a la ciudad de Turín en 1578, cuando Manuel Filiberto de Saboya decide trasladarla a la nueva capital del ducado. Allí es recibida por una multitud de personas. Desde 1694 se custodia en la capilla de la catedral de San Juan Bautista, proyectada a tal fin por el fraile y arquitecto Guarino Guarini.

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¿Sabes que la Sábana Santa se salvó de tres incendios?

La Sábana Santa es una tela de lino en donde se encuentra impronta la imagen de un hombre que sufrió torturas similares a las que sufrió Jesús, según se relata en los Evangelios. 

El mero hecho de que haya llegado en buenas condiciones hasta la actualidad hace que sea algo extraordinario, y más aún si se tiene en cuenta que la Sábana Santa ha sobrevivido a dos incendios. 

El primero de ellos tuvo lugar en el año 1200, el segundo en el siglo XVI, concretamente la noche del 3 al 4 de diciembre de 1523 en Chambery (Francia), cuando la iglesia en la que se custodiaba la Sábana Santa ardió. El relicario de plata en el que se guardaba doblada se derritió y una de las gotas de plata cayó en la Sábana, la atravesó completamente, la quemó, marcándola para siempre. Pero no destruyó la imagen. 

De hecho, al sufrir esos incendios la Sábana Santa se descubrieron dos de las nueve características que hacen que sea absolutamente infalsificable. Se trata de la estabilidad térmica y la estabilidad hidrológica. 

Que la Sábana Santa posea estabilidad térmica quiere decir que a la imagen o lo que la forma, no le afecta el calor. Es decir, ofrece una alta resistencia térmica. Las zonas de imagen que se vieron afectadas en el incendio, cercanas a las quemaduras, no resultaron modificadas, ni afectadas; ni siquiera alteradas, ni por el fuego, ni por el calor, soportando más de 950ºC (1760° Fahrenheit).

La estabilidad hidrológica significa que la Síndone tiene signos de marcas producidas por agua, posiblemente vertida en el incendio, pero la imagen igualmente no se ve afectada en ninguno de sus puntos.

El tercer incendio al que sobrevivió la Sábana Santa tuvo lugar en Turín durante la noche del 11 al 12 de abril de 1997. 

El fuego comenzó en la capilla de la Síndone que se encontraba en renovación porque tendrían lugar próximas exhibiciones públicas. Aunque el fuego se extendió rápidamente por fortuna en febrero de 1993 a Sábana Santa había sido trasladada a un lugar más seguro mientras se realizaban las obras, en su relicario de plata con una funda de vidrio a prueba de balas. 

Las autoridades aseguraron que si la Sábana Santa hubiera estado en su lugar de costumbre, no habría sobrevivido al fuego. 

En el rescate de esta reliquia el bombero Mario Trematore jugó un papel fundamental ya que con un gran martillo de construcción rompió el vidrio de 39 milímetros que protegía el relicario de la Sábana Santa para sacarlo fuera de la iglesia en llamas. 

Tras el rescate de la Sábana Santa, Trematore fue preguntado por los medio de dónde había sacado la fuerza para romper el vidrio a prueba de balas. 

Treamtore contestó que ese vidrio “podrá detener balas, pero no es capaz de detener la fuerza de los valores asociados al símbolo que contiene. Con sólo un martillo y nuestras manos, que aún están ensangrentadas, rompimos el vidrio. Esto es extraordinario».

Este grave incendio tuvo lugar cuando la iglesia de Turín se preparaba para la ostensión de la Síndone prevista para abril de 1998, que anticipaba en las celebraciones del Gran Jubileo del Tercer Milenio. 
El Cardenal Giovanni Saldarini, custodio de la Sábana Santa durante el incendio de 1997, afirmó poco después del suceso: “¿Por qué sucedió? En el evangelio de hoy, Jesús nos dice ‘no tengáis miedo’, algo que puede decir, algo que podemos oírla decir, cuando sucede algo terrible. La catedral y la Síndone, de la cual soy Custodio, han sido tocadas por el desastre y se han salvado. Fue digno de la medida de Dios decir ‘no tengáis miedo’. Ahora sabemos con seguridad que camina sobre el agua, sube a nuestro barco y nos lleva a tierra. Doy las gracias por esta señal con fe».

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El Solidus de Justiniano II, la moneda un retrato de Jesús

Para algunos la imagen impronta en la Sábana Santa es la primera representación de Jesús, sin embargo ese rostro se ha reproducido en infinidad de formatos: mosaicos, lienzos, esculturas e incluso monedas. 

La primera representación numismática conocida es el llamado “Solidus de Justiniano II”, que puede verse en la exposición The Mystery Man. 

El solidus era la moneda de oro en curso desde el siglo VI en adelante. Ante el descubrimiento del Mandylion de Edesa, en el año 680 el emperador Justiniano II ordena acuñar una moneda de oro con la imagen de Jesús junto a la suya. 

Por eso el Solidus de Justiniano es la primera imagen de Jesús en una moneda. 

La moneda tiene 9 milímetros de diámetro y en ella se representan detalles muy concretos que hoy solo podemos apreciar con microscopio.

De hecho, en los años 90 el estudioso Alan Whanger, profesor emérito del Duke University Medical Center encontró 145 puntos de concordancia entre entre el Solidus de Justiniano II y el rostro de la Sábana Santa.

Una de las conclusiones más sorprendentes de Whanger es que el tallador estaba produciendo un icono numismático mientras miraba directamente a una imagen. Para los expertos numismáticos no hay duda alguna, la acuñación de esta moneda en el año 685 es la prueba oficial de que la sábana ya existía en el siglo VII.

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Las investigaciones de Pierre Barbet sobre la crucifixión de Jesús

Los clavos que se utilizaron en la crucifixión de Jesús son conocidos como los Santos Clavos. Su número ha sido muy debatido ya que en numerosas ocasiones se representa a Jesús crucificado con dos, tres o cuatro clavos, en las muñecas o las manos dependiendo de la iconografía. 

Las investigaciones realizadas a la Sábana Santa revelaron que las heridas de los clavos se encontraban en las muñecas y no en las manos. Algo que puede observarse con detenimiento en la exposición The Mystery Man, sobre el hombre de la Sábana Santa. 

En una de las salas de la muestra se dedica a la Pierre Barbet, médico francés autor de numerosas investigaciones sobre la Sábana Santa, realizó pruebas en cadáveres en las que descubrió que la única forma de crucificar un cuerpo era atravesando con los clavos el hueso radio, es decir, a la altura de la muñeca. 

Barbet realizó pruebas con cadáveres en los que les introducía los clavos en las manos, pero el peso del cuerpo desgarraba la carne en segundos, a pesar de que éste era el modo en el que siempre se había representado a Cristo en la cruz. 

De esta manera, el clavo debía introducirse en un hueco existente entre los huesos del carpo, donde la estructura del conjunto metacarpiano de la mano podía soportar hasta un peso de 200 kg.

Sin embargo, sus descubrimientos fueron mucho más allá porque según las comprobaciones que hizo con brazos denominados vivos, es decir, minutos después de ser amputados, observó que cuando se introducía un clavo, se aplastaba el nervio mediano. 

Esto produciría un dolor incomprensible en un ser humano, provocando distintos tipos de

parálisis, entre ellas la retracción involuntaria de los pulgares hacia la palma de la mano, tal y como aparece en la Sábana.

El negativo permitía ver la imagen del cuerpo mucho más clara. Sin embargo había quienes

decían que se trataba de una imagen falsa porque la herida de los clavos estaba en las

muñecas y no en las manos; y porque las manos tenían sólo cuatro dedos, como siempre ha sido representado Cristo Crucificado.

En las numerosísimas representaciones de la pasión de Jesús a través de la Historia del Arte, ésta casi siempre se ha realizado de manera anatómicamente incorrecta porque situaba los clavos en las palmas de las manos. 

Tan sólo los artistas Rubens y Van Dyck lo hicieron en sus pinturas correctamente. Aunque ninguno de ellos incluye la retracción del pulgar, mientras que en la Síndone sí se representa así. 

De hecho, las teorías de Pierre Barbet subrayan que la imágen de la Síndone es anatómicamente correcta porque sus características patológicas y fisiológicas eran claras y revelaban unos conocimientos médicos ignorados hace 150 años.

Según la tradición, los cuatro clavos se encuentran en la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén en Roma; en la Corona de Hierro en Monza (Italia), suspendido sobre el altar mayor de la Catedral de Milán (Italia) y el último, de tradición más dudosa, en la catedral de Colle di Val d’Elsa en Siena (Italia). 

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El sepulcro de Jesús, según el enterramiento judío

La exposición The Mystery Man cuenta con una recreación del Santo Sepulcro que sigue de manera precisa las medidas facilitadas por el experto Florentino Díaz. En su interior puede verse un un holograma que representa a José de Arimatea realizando el posible enterramiento de Jesús y sepultura. 

La tradición judía indicaba el modo en el que se debía enterrar a los difuntos, ya fueran ricos o pobres, porque todos eran iguales frente a Dios. Ésto era con una sábana blanca hecha a mano de muselina, algodón o lino, que simbolizaba la pureza. Ésta sábana no debía llevar bolsillos, ya que no se podía enterrar ninguna posesión con el difunto. 

Generalmente, los sepulcros en los que se realizaban los entierros en el siglo I estaban excavados sobre rocas y tenían dos estancias o cavidades. La primera se destinaba a la limpieza,  aromatización y unción del cuerpo con especies aromáticas. 

Posteriormente el cuerpo se pasaba a la segunda estancia en la que permanecía hasta ser purificado. Una piedra grande y generalmente redonda para su fácil manipulación tapaba la entrada impidiendo el paso de animales.

Del sepulcro de Jesús no queda nada. Jerusalén fue destruida por el emperador romano

Tito en el año 70 d.C y no quedó piedra sobre piedra, como predijo Jesús.

La tradición atribuye a Santa Elena, madre del emperador Constantino, la localización del lugar del calvario, así como del santo sepulcro. Actualmente se encuentran dentro de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, que fue construída precisamente por orden del emperador Constantino. 

La Biblia dice que José de Arimatea, un rico mercader seguidor de Jesús, pidió a Pilatos poder llevarse el cuerpo para enterrarlo en el sepulcro que tenía reservado para su familia. 

Según se precisa, se trataba de un sepulcro nuevo que aún no había sido utilizado. Allí

enterraron a Jesús según es costumbre entre los judíos.

Se debe también al emperador Constantino la reunión de todos los escritos cristianos. En el año 325 d.C.,habiendo recogido todos los textos cristianos presentes creó el Codex Sinaiticus, es decir, la primera Biblia escrita en griego antiguo. 

Desde entonces, ésta fue traducida y difundida por el mundo. Sin embargo esa traducción ha hecho que diversas palabras o episodios hayan sido modificados por los traductores, según la adaptación al idioma. Por eso hay traducciones de la Biblia que cuando hablan del descubrimiento del sepulcro vacío por María Magdalena, sólo hablan de unas vendas, nunca de una sábana, incluso hay otras que ni mencionan el hecho.

Sin embargo, esta primera Biblia, Códex Sinaiticus, en el Evangelio de Juan capitulo 20

Versículo 3 al 7 dice:

[3] Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.

[5] Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró.

[6] Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los

lienzos (ta othonia keimena) yacentes en el suelo

[7] y el Sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte.